Por Najeeb Amado*
Hay grandes diferencias entre el mundo en el que habitó y militó Marx, allá a mediados y finales del siglo 19 y el mundo de comienzos del siglo 21, sin embargo la explotación del ser humano por el ser humano continúa, en el mundo existen cada vez más pobres y excluidos, los niveles de contaminación ponen en riesgo la vida humana y las reservas energéticas están en peligro de extinción.
Por eso Marx sigue teniendo tanta vigencia, porque la humanidad necesita comprender su proceso histórico, conjugar las realidades comunes y las particulares para poder abordar la realidad en su conjunto, en su totalidad. Como nos dice el compañero Agustín Acosta**, hay que sumar la realidad de la obrera, de la campesina, del estudiante, del analfabeto, del niño, con esa humildad que la ciencia reclama para despertar la curiosidad hacia cada realidad, y que esta comprensión histórica de los problemas de nuestros pueblos nos permita imaginar y desarrollar soluciones efectivas que potencien las capacidades de todos y todas.
Nuestro país está atravesado por la mafia, el narcotráfico y la dominación imperialista que reduce la propuesta productiva a la agroexportación de granos transgénicos con monocultivo extensivo y utilización de agrotóxicos poderosos, producción de ganado a gran escala con poca participación de mujeres y hombres, tanto en los agronegocios como en la ganadería. El modelo productivo es combinado con altísimo nivel de narcotráfico, tráfico de autos, de armas, de rollos de árboles más contrabando a gran escala, un sistema financiero diseñado para el lavado de dinero y alguna que otra maquiladora que viene a aprovechar la total vulnerabilidad de la clase trabajadora en cuanto al respeto de sus derechos.
A este país regido por un Estado oligárquico-mafioso le estamos confrontando con organizaciones que sostienen modelos alternativos en el campo y resisten al avance del monocultivo; con sindicatos y propuestas de autogestión obrera que luchan por renovar la dirigencia sindical, todavía muy embrionarias pero con una juventud que genera esperanzas de avance; con frentes territoriales que construyen en su día a día experiencias inclusivas, unitarias y solidarias que forjan el poder popular.
Éstas son muestras genuinas de la formación política que necesitamos, en donde la práctica es hija de la organización y el estudio está adelante y atrás de cada acción.
Recordar a Marx en nuestro país, hoy, es revisar el contenido práctico, la expresión cotidiana de lo que es el proyecto histórico alternativo que reivindicamos desde el campo popular.
Existen organizaciones que reivindican el marxismo y practican ese gran relato de nueva sociedad que divulgan, como también existen organizaciones y movimientos que no se reivindican marxistas pero que su honestidad y su apego a la historia como base sobre la cual revisar las acciones les lleva a prácticas humildes, revolucionarias, que sin asumirlo ni saberlo en términos rigurosos, aplican el método marxista de análisis de la realidad.
Marx insistió en que el predominio de una clase sobre otra genera estructuras, instituciones que comunican, enseñan y reprimen de acuerdo a los intereses de la clase que tiene la mayor parte del poder. Esto significa que en la relación Estado-sociedad/Sociedad-Estado, es la sociedad la que, en últimas instancias, crea y recrea sus estructuras de dominio.
Esta afirmación tiene una enorme importancia, porque nos lleva a priorizar los procesos de relacionamiento social y productivo en todos los terrenos en donde el capital nos domina y/o pretende dominar, en los lugares de trabajo, en los sindicatos, en las comunidades y movimientos campesinos, estudiantiles, en los barrios y frentes territoriales, en las organizaciones culturales y artísticas, en los centros científicos, en los medios de comunicación, en los clubes deportivos, comprendiendo que el problema de poder se resuelve ganando en el día a día a la gente a favor de las grandes transformaciones, a partir de que nos demostremos que en cada espacio, nuestra propuesta prueba que es mejor. En la planificación de estas luchas se encuentra la gran disputa por la hegemonía.
Necesitamos multiplicar estas prácticas, festejar sus logros sin subestimar la violencia del enemigo desde el Estado, desde las fuerzas policiales y militares, desde los medios masivos de comunicación, desde la publicidad, la escuela, la universidad, desde las empresas, desde las iglesias; para responder con firmeza, coraje, ingenio y creatividad a esa lógica podrida, egoísta y mezquina que reivindica al dinero como único (o en el mejor de los casos principal) vehículo de felicidad, y acciona mintiendo, exterminando la naturaleza, haciendo daño a la gente, matando.
El Marx que necesitamos es el que enfatizó el problema del fetichismo de la mercancía como la esencia del modo de producción capitalista, advirtiendo que mientras la mujer y el hombre no dejen de considerarse a sí mismos como mercancía vendiendo su fuerza laborar, mientras la mujer y el hombre no dejen de idolatrar a las mercancías dándole valores humanos y valorándose a sí mismos de acuerdo a su acumulación material, mientras dure esa forma de ver al mundo y de vivir en el mundo, el modo de producción capitalista seguirá vivo.
Hoy los poseedores mafiosos, los multimillonarios despliegan toda su tecnología para difundir y reforzar la cultura de consumo multiplicando shoppings centers, celulares de última generación, formas innovadoramente agresivas de publicidad que juegan con la subjetividad y generan modelos humanos basados en el egoísmo y la frivolidad, para aumentar la ansiedad y alienación y generar las condiciones para que las capas medias se sumen a sus estrategias renovadas de agresión, por estos tiempos, estrategias que violan toda legalidad, incluso la regida por la misma oligarquía.
El Marx que nos desafía es el que dice que la violencia es una potencia en sí misma dentro del modo de producción capitalista. El que nos recuerda que sin violencia no hay mercado.
Tanto en Venezuela como en otros países de América Latina, la derecha ha demostrando que ante las reformas, ya sean profundas o muy tibias, responderá de la misma manera: sabotaje, conspiración y confrontación a sangre y fuego.
Ni hablar si nuestros pueblos logran niveles de coordinación que profundicen los procesos convirtiéndolos en revolucionarios. Es justamente el temor hacia la organización de proyectos más definidos y verdaderamente contrahegemónicos, lo que lleva a que la derecha se alborote.
Por supuesto que las vacilaciones ante la necesidad de superar el modo de producción capitalista desde una perspectiva integral, abonan las desestabilizaciones y la pérdida de base social de muchos proyectos latinoamericanos que no logran superar el progresismo.
Pero no podemos dejar de colocar la profunda crisis civilizatoria y estructural del modo de producción capitalista, crisis que embrutece e idiotiza a la clase dominante para volverla sediciosa, pues salvo Cuba, en todos nuestros países, la derecha sigue conservando el poder económico y es con ese poder que sale a boicotear los procesos de cambio pisoteando el marco jurídico en el cual se rigen.
Inclusive en países como Paraguay y Colombia, cuyos Presidentes -Cartes y Santos- alineados al imperialismo norteamericano, plantean abiertamente una línea de acción terrorista y represiva al margen de la autoridad, porque ambos gobiernos pisotean deliberadamente sus respectivas Constituciones, violando a la principal autoridad de toda Nación, como lo es su Carta Magna, la que las mismas oligarquías han engendrado para su dominación.
Ante su profunda crisis, no contentos con tener legislaciones muy injustas para los sectores populares, ellos mismos se encargan de violar sistemáticamente su propia legalidad para maximizar sus ganancias, motivando el desgaste de su dominio, multiplicando el Terrorismo de Estado y las diversas expresiones de violencia para intentar la continuidad de sus proyectos de saqueo al servicio de intereses imperialistas.
Entonces ¿Qué hace una fuerza democrática, progresista, popular y de izquierda cuando su adversario, aunque tenga el poder político, a parte del económico, del cultural y del militar, le confronta desde la vía insurreccional restándole todo tipo de garantía institucional para la disputa democrática?
En nuestra opinión, recuperar a Marx, hoy, en Paraguay, a 131 años de su muerte física, para revisar su método, cargarlo con nuestra historia, con la edificación de nuestra paraguayidad, para resolver el carácter de la actual disputa y las formas de organizar la lucha política en todos los terrenos.
No se trata de responder al muy falso debate entre vía electoral o vía armada. Se trata de resolver los problemas de dominación desarrollando con mucha creatividad e imaginación la batalla de ideas en todos los terrenos que hemos mencionado más arriba, además de ejercitarnos en movilizaciones callejeras que sepan confrontar con la derecha terrorista y violenta.
La brutalidad del capitalismo mafioso es producto de su decadencia, de su debilidad, y debemos saber enfrentarla acumulando fuerzas en las luchas cotidianas, entendiendo que lo electoral, para tener efectividad, merece el cuidado y la seguridad de que su abordaje sea el resultado de una acumulación de fuerzas, producto del crecimiento de conciencia en cuanto a dirección unitaria consolidada, capacidad de autogestión, capacidad de movilización permanente y de construcción colectiva y consensuada del proyecto productivo de liberación.
Es por esto que nuestras organizaciones sociales y políticas deben asumirse como escuelas de formación, porque no tiene sentido una escuela de formación dentro de una organización si es que la organización no asume la totalidad de sus prácticas como partes inherentes al proceso formativo que pretende construir, edificar esa sociedad superadora de la actual, que es posible y necesaria, que puede formularse y materializarse como síntesis que envuelva a millones de diversidades, al contrario de lo que el posmodernismo nos pretende incrustar con su muy buena descripción de la situación pero con conclusiones que niegan la posibilidad (y necesidad) de buscar puntos de encuentro, de síntesis que reivindiquen la vigencia del gran relato por la efectiva posibilidad de que se materialice.
En un Paraguay castigado por la mafia, el narcotráfico y la sojización, la lucha por la liberación de todos los presos políticos es parte de nuestra escuela de formación. La libertad de los de Curuguaty, hoy con casi 30 días de huelga de hambre y de los seis compañeros del caso Cecilia Cubas, es un compromiso histórico ineludible. Estamos seguros y con las pruebas en las manos de que estos compañeros, estos luchadores son inocentes.
Ese gran relato de nueva y mejor sociedad se fundamenta en la solidaridad como la base sobre la cual levantamos el proyecto de liberación.
En las movilizaciones previstas para el 24 y 25 de marzo, en el marco de la Huelga General anunciada para el 26 de marzo, volverá a recorrer por nuestro sufrido Paraguay el fantasma que anunciara Marx allá por 1848, y si bien la revolución proletaria no será el resultado inmediato de la Huelga General, el desafío de quienes defendemos la revolución socialista y la sociedad comunista es avanzar en la unidad de explotadas, explotados, excluidas y excluidos, en la valoración de lo que somos y merecemos como pueblo trabajador, en la capacidad de estudio y de acción concreta, honesta, humilde y planificada. La Huelga como hecho histórico debe sumar al proceso de conciencia, de subjetividad revolucionaria.
Pretendemos parar el aluvión terrorista y neoliberal que envuelve al capitalismo en nuestro territorio, y para derrotar al proyecto de entrega y saqueo, de muerte y exclusión, es necesario militar con Marx y recuperar y recrear viejas tradiciones que fueron dejadas de lado, que hoy por hoy son novedosas y refrescan nuestros procesos confrontando con el electoralismo y la política tradicional que muchos vicios ha empotrado en nuestras organizaciones.
Se trata de analizar concretamente la situación que vivimos, donde el Estado oligárquico mafioso no ofrece ninguna garantía y tiene una dirección con un capo-mafioso que se dedica diariamente a pisotear todo el marco jurídico profundizando el quiebre republicano.
Pasaron 131 años de su muerte, y aquí en Paraguay, coincidiendo con millones de compañeras y compañeros en diferentes países del mundo, pretendemos rescatar al Marx militante, revolucionario, insurgente, rigurosamente estudioso y estratega, el que no se despega de la historia, el que entiende que se debe ser suficientemente realista para realizar lo imposible.
*Najeeb Amado es Secretario General adjunto de la coalición de partidos y movimientos políticos Frente Guasu, miembro del Comité Central y la Comisión Política del Partido Comunista Paraguayo y de la Sociedad de Economía Política del Paraguay (SEPPY).
**Agustín Acosta es militante revolucionario, uno de los 6 presos políticos condenados injustamente en el caso Cecilia Cubas. Su libro “Reflexiones políticas desde la cárcel” fue relanzado en febrero del 2014.